Explora la historia del Pikos y su movimiento ‘Los Reyes Magos Punks’, quienes desafían estigmas para llevar alegría a los invisibles y olvidados en la madrugada del 6 de enero. Desde superar desafíos logísticos hasta cambiar percepciones, descubre cómo un gesto punk puede hacer la diferencia en la vida de aquellos menos privilegiados.
En los años de mi niñez, cerca del día de Reyes, siempre me pregunté: ¿por qué la gente compraba juguetes, si se supone que los traen los Reyes Magos? La respuesta más cercana fue: «Los compran para los niños que no tienen papás en orfanatos o para los niños de la calle, ya que los Reyes no llegan hasta allí». Esta respuesta probablemente me desconcertó aún más.
Al ir creciendo, resultó ser cierta esta respuesta. En su mayoría, he notado que las personas compran regalos en esa fecha para los menores en casa, pero hay un sector que brinda esa alegría a aquellos pequeños que no tuvieron la dicha de nacer en un núcleo familiar con las posibilidades económicas para llevar a cabo esa práctica.
Hoy hablaremos del Pikos, quien cambió la percepción que la gente tenía debido a su estilo punk. José Luis Escobar inició el movimiento «Los Reyes Magos Punks», encargados de llevar sonrisas en la madrugada del 6 de enero, llevando consigo juguetes, comida y ropa a todos los invisibles y olvidados.
La primera colecta que realizó fue en la unidad del Infonavit en la colonia Valle de Ecatepec, en el Estado de México, en el año noventa. A pesar de la mala fama y la apreciación que se tenía de los punks, la gente respondió con grandes bolsas de juguetes y ropa. El problema fue transportarlos.
Un chofer de combi cobraba 250 pesos por llevarlos al tianguis del Chopo. No tenía dinero para el regreso, pero en el mercado, los locatarios le dieron dinero y comida. Sin embargo, al entrar a Indios Verdes, le dijeron que no podía entrar al DF y lo dejaron en la lateral de Insurgentes.
Comenta: «La banda siempre ayuda. Llamé a metaleros, rockers que estaban por ahí y comenzaron a ayudarme. Nos subimos al Ruta 100 y llegamos a las escaleras del Chopo. También muchos punks se unieron: salimos hacia el Eje de Mosqueta y nos fuimos hacia el Centro. Pasamos con los niños de Garibaldi, Lagunilla, los de Tepito, Metro Hidalgo, Parque San Fernando, Revolución».
Explica que decidió ayudar en primer lugar a personas con las que convivía; tenía conocidos que se metían a las coladeras, se juntaba en la glorieta de Insurgentes y en el parque Río de Janeiro, viendo formas de vida muy difíciles. La Jefa (como le dice a su madre) lo había amenazado con cortarle esos picos y tirarle su ropa, ya que en aquellos años había una campaña bastante complicada en contra de la indumentaria y peinado que usaban, pues creían que eran violadores o asesinos. Su mamá se había quedado con ese concepto, que tiempo después cambió gracias a vecinos que, en algún momento, lo criticaron por lo ya mencionado; ahora le decían que era chido.
La labor que realiza el Pikos, junto con más personas, es titánica. Recorre distintas partes de la ciudad en busca de llevar una sonrisa, calmar el hambre o cambiar la vestimenta de alguien en situación de calle. Es cierto que ahora existen instituciones más fuertes que realizan casi la misma labor a nivel nacional, pero aún así no alcanzan a cubrir las necesidades de todos.
Información tomada de: reporteindigo.com