Judas Priest y Opeth encendieron la Arena CDMX con el Monsters of Rock: una noche histórica de metal, entrega total y potencia sonora inolvidable.

El pasado 4 de mayo, la Arena Ciudad de México se convirtió en un auténtico santuario del metal al recibir a dos titanes del género en la gira Monsters of Rock. Desde los primeros acordes, quedó claro que aquella noche no sería una velada cualquiera.
Opeth tuvo la misión de encender el ambiente con un set cuidadosamente elegido. Los suecos desplegaron un repertorio que transitó del prog más sombrío a pasajes acústicos, dejando un gran sabor de boca antes del plato fuerte. Su puesta en escena, sobria pero poderosa, preparó a un público ya entregado.
A continuación, la leyenda británica Judas Priest tomó el escenario y dejó todo. La banda se arrancó con Panic Attack, desatando la euforia de inmediato, para luego continuar con You Got Another Thing Comin, Rapid Fire y, probablemente la más esperada por muchos, Breaking the Law. Cada riff sonó con una calidad de audio superior, y la ejecución rayó en la excelencia. El virtuosismo de las guitarras, la potencia de la voz y la comunión con las luces y efectos crearon un espectáculo de dimensión épica.
Rob Halford traía voz para rato, y luego del encore hizo su entrada triunfal montado en una moto y portando un sombrero charro. Cabe decir que lo vimos dándole unos llegues al oxígeno durante el concierto, lo que solo hizo más épica esta presentación, pues demuestra la entrega total que se dio sobre el escenario. Sonaron entonces piezas monumentales como Painkiller, con Halford, Scott Travis e Ian Hill en plena forma, para cerrar con broche de oro con Hell Bent for Leather y Living After Midnight.
El recinto registró un lleno hasta las lámparas, con autobuses llegados de distintos puntos de la república mexicana. Los asistentes corearon himnos de varias décadas y agitaron sus melenas largas al ritmo de clásicos inmortales. La energía colectiva palpitó de principio a fin.
Personalmente, pocas veces he experimentado un concierto tan envolvente. Mis sentidos estuvieron en catarsis en cada acorde, mi ánimo se mantuvo en alto y me quedé con ganas de más: valió cada maldito segundo.
En definitiva, el Monsters of Rock en la CDMX se alza como uno de los conciertos más memorables del año, un viaje sonoro inolvidable que reafirma por qué Opeth y Judas Priest siguen escribiendo páginas gloriosas en la historia del metal.














P.D. A todos los amantes de la música, solo les podría decir: traten de no perderse este tipo de conciertos. Estas bandas clásicas están prácticamente en sus giras de despedida, y con el futuro incierto, nunca sabremos si regresarán a tierras aztecas.
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