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42 razones para no callarse: Evaristo y su arsenal.

Crónica del concierto de Evaristo en CDMX: 42 canciones, slam, cerveza, crítica y punk sin filtros. México aún grita y no obedece.

Desde la entrada se sentía que iba a estallar algo. Afuera de la Arena CDMX, el ambiente era puro punk: botas, chamarras, crestas, banderas, chelas, y un aire cargado de energía. Se notaba que la banda venía a reventar. No faltó el compita que ya venía pasado y lo sacaron antes de que empezara el ruido. El operativo de seguridad estaba con todo, como si esperaran un portazo. Tensión, pero también ganas.

Ya adentro, la gente se amontonó frente al escenario. No se llenó el venue, pero los que llegaron traían la actitud. Apenas subió Evaristo, el respetable respondió con gritos y cerveza por los aires. Desde la primera rola se soltó el slam, ese que no pide permiso y se arma entre desconocidos. Todos sudados, todos empujando, todos dejando ahí lo que traían atorado.

Nuestra alegre juventud, Otra pa’ la policía, Un cigarrillo, Así es la vida, Puedes ser idiota, Campos de concentración, Pijos power, 7000 millones… el repertorio fue largo. 42 rolas sin parar, como si no hubiera mañana. El show no dio respiro, Evaristo disparaba una tras otra sin pausas largas, como si el tiempo le estorbara.

A la décima canción ya se notaba el desgaste. Algunos se fueron a sentar, otros seguían dándole como si apenas empezara. Se notaba también que algunos cayeron de rebote, estaban ahí sin saber muy bien a qué. Pero los fieles, los que lo siguen desde La Polla Records, esos no se movieron del ruedo. Ahí se mantuvieron firmes, sin importar el cansancio o los empujones.

Evaristo no necesita llenar estadios para hacer ruido. Con cada canción soltó una bomba. Crítica, burla, protesta. Su punk no es pose, es discurso. Y México lo escuchó. La banda salió con el cuerpo molido pero con la cabeza ligera. El concierto fue un desahogo, un golpe directo al sistema, una noche más donde el punk no pide permiso y tampoco da explicaciones.

En tiempos donde todo parece estar al revés, ver a Evaristo en vivo es una sacudida. No vino a complacer, vino a soltar verdades incómodas. Y aunque no todos lo entendieron, los que sí, se fueron con el corazón más despierto.


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