Advertisement

Álbum Real de Catorce.

Análisis profundo del disco debut de Real de Catorce, una banda de blues mexicana que fusiona melancolía, desamor y sensualidad en ocho canciones inolvidables, acompañadas de poesía y ritmos envolventes.

Ha llegado la noche. Hay que vestirse con vieja melancolía para arrogar, íntimamente, una nueva nostalgia, es la hora en que el amor comprado se vuelve aroma y el trago esperado llega de manos familiarmente desconocidas; es tiempo de deambular y de hacer el amor por ósmosis con la pareja más inesperada.

Montado en potro desbocado y bluseando a ritmo Real de Catorce, se disuelve la resistencia para dejar el lugar común y emprender un esperado transitar por caminos conocidos pero a veces temidos. Sin atajos, se llega a los recuerdos, a los adioses, a los cuerpos extrañados; a futurizar besos cuando Fernando Abrego, con los golpeteos latinizados de su batería, emana ritmos y cadencias para allanar el camino sonoro a transitar durante las ocho piezas de un elepé firmado por una banda de blues cuyo nombre, también pertenece a un pueblo de San Luis Potosí: Real de Catorce.

Por su lado, José Cruz con armónica, guitarra, voz y poesía, señala un acogedor tramo bluesero, sensual, rudo, neto; al mismo tiempo, el inolvidable José Iglesias, con claridad y exactitud, crea parábolas disonantes con guitarra y flauta para guiar al escucha por sendas rebosantes de armonías; mientras, Severo Viñas, con sus bajeos marcados, va y nos lleva hacia danzas sin tiempo al compás de una triscaidecafobia armonizada para allanar el tránsito por surcos existentes en los antiguos LP. En este caso, el Lado A abre con una de las más emblemáticas canciones de Real de Catorce, «Azul», la cual cuenta la leyenda, es la Viuda del blues.

«Azul» La esperanza como última instancia en un grito desgarrador: Azul, azul / Una música lenta y azul / Recargada en la tibia quimera / despidiendo un anhelo que va en autobús / Un rasguño en la media / Navegando la espera / La viuda del blues.

«Me miraba a los ojos». La inquietante atmósfera impregnada de necesidad de amar y del añorado recuerdo del desamor negado pero existente: Necesito amor: ámame / Me besaba los labios / apurada de hombre / el frío la mordió en un muslo / quería dejar el mundo…

«Flores en la ventana». Metáforas que se adhieren a la piel; a los labios, a los deseos: Haz tu guerra a un lado / si acabas de vivir / yo todavía no /… haremos reventar la noche en llanto / agua tibia / río terso / para que el día / amanezca iluminado de sonrisas / y floridas las ventanas.

«Soledad y sol'». Afanes citadinos mezclados con alusiones religiosas: Calles, patios sucios / antenas, perros / bruma de las siete en un día gris / (…) Hay que caminar (…) todos tus borrachos, todos tus drogados, todos tus muchachos en un rincón (…)

«El halcón». Un vuelo hacia una libertad con límites para recrear el espíritu con las tentaciones del alma y la carne: Mi corazón / lleno de amor / vaga en la noche / como un halcón / bebe y olvida la soledad / la lluvia es suave y triste / seguramente vas a amar a una mujer.

«Parias blues». Enlutada conducción por los lugares más tiernamente desolados, paisajes urbanos, oníricamente conocidos por nuestras pequeñas muertes: (…) sorbiendo a tragos el olvido / trazando penas de papel / (…) borrando nombres y apellidos / (…) odiando el llanto de una virgen.

«Mujer sucia». Embriaguez de amor, más por soledad que por sentimiento compartido; mujer que se abandona pero que hace falta y es el pecado buscado para nuestra salvación: Pasan las horas / no puedo olvidarla / Esta noche no verás a otro hombre / esta noche sudaré contigo / esta noche dejaré que Dios atisbe por la cerradura.

«El lobo». El aludido ebrio se mete en nuestra hemodinámica y se atora en el corazón, donde también se instala la muerte como única salvación: Va por la calle / puñado de noche en las alas / (…) llega al infierno / paga su entrada / (…) las horas se esconden / debajo de un ebrio / y nadie las busca.

En las ocho canciones del disco debut de

Real de Catorce se pasea la cachondez de la ciudad, de la muerte y del desamor.

Igualmente, la música va del blues al sur, del rock al norte, del rhythm & blues a bolerísticos sonidos solapados y deslizantes cambios de ritmo. Este disco – grabado en la muy leal y noble Ciudad de México- termina siendo un cálido juego de ritmos, imágenes y palabras.


Descubre más desde La Caminera con Chelico.

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario